La polémica surgió con el Ayuntamiento, una columna se apoyaba sobre la acera y el edificio sobrepasaba la altura permitida, pero el arquitecto logró resolverlo; algo que no consiguió con Milá. Gaudí había proyectado para la fachada un grupo de tres esculturas, con la Virgen y dos arcángeles, pero en aquellas fechas se extendió por Barcelona una ola de disturbios (la Semana Trágica de 1909) y Milà se negó a colocar una imagen religiosa en la fachada de su casa por temor a que la muchedumbre la incendiara pensando que era una iglesia y eso, a pesar de que ya se había instalado el complejo sistema para anclar las figuras.
Gaudí, que por aquel entonces ya se dedicaba en cuerpo y alma a la Sagrada Familia, se desentendió del proyecto de La Pedrera hasta que Pere Milà se negó a abonarle sus honorarios y el arquitecto lo denunció. En 1916 y con la ayuda de un intérprete, porque Antoni sólo hablaba en catalán, un tribunal le dio la razón y Pere Milá se vio obligado a hipotecar su famosa casa nueva para poder entregarle 105.000 pesetas (una fortuna para aquel entonces) que el arquitecto acabó donando al jesuita Ignasi Casanovas para que realizase obras de caridad.
Gaudí, que por aquel entonces ya se dedicaba en cuerpo y alma a la Sagrada Familia, se desentendió del proyecto de La Pedrera hasta que Pere Milà se negó a abonarle sus honorarios y el arquitecto lo denunció. En 1916 y con la ayuda de un intérprete, porque Antoni sólo hablaba en catalán, un tribunal le dio la razón y Pere Milá se vio obligado a hipotecar su famosa casa nueva para poder entregarle 105.000 pesetas (una fortuna para aquel entonces) que el arquitecto acabó donando al jesuita Ignasi Casanovas para que realizase obras de caridad.